La calavera se detuvo en el puesto de
películas y decidió llevarse la promoción de 3 por 15, escogió las últimas
temporadas de la serie The Walking Dead y
al no encontrar una tercera comenzó a desesperarse porque los títulos le
parecían un bodrio: Mi villano favorito 2, La reina del pacifico 4, Rápido y
furioso 66, pero se llevó una gran sorpresa al encontrar la película La Santa
Muerte.
— Seguramente ya hasta me nominaron para un
Oscar y yo atrapada en este pinche barrio bravo ¿O es una biografía no
autorizada?
—Pus no sé, es una novedad mi flaquita,
apenas se estrenará en los cines.
La niña blanca recordó aquella noche de
placer con Malverde, cuando él tuvo que lanzarse desde Culiacán a la capital
para arreglar unos bisnes. Se conocieron en la pulquería “La risa” Y después de
varios curaditos acabaron echando pasión en un hotel en la calle de Tacuba. La
Flaca temía que una cámara oculta los hubiera filmado y que el video ya
estuviera en las manos de la banda más morbosa del país; para cerciorarse de
ello se la llevó.
La Santa se dirigió a su mansión ubicada en
el mero corazón Tepiteño. Al llegar se quitó los harapos, se sirvió un tequila,
prendió un churro, estiró su esqueleto en un confortable sillón y se dispuso a
disfrutar la película. La primera parte la tenía “muerta de risa” le parecía un
melodrama asqueroso tipo novela de televisa, que por cierto, la protagonista
era la mismísima primera dama de México y la insufrible antagonista Martita
Chingadera.
—Susana, no debes creer en la Santa Muerte;
sólo creen en ella los que andan en sectas satánicas, los metaleros, los
tepiteños, los jodidos. Tú eres gente bonita, gente de bien ¿Qué ejemplo le
estás dando a tu hija?
—¡Déjame en paz Marisela! A mí me consta que
es muy milagrosa, mira, ya me compré mi cocina integral, en los sabritones me
gané un viaje todo pagado por el caribe
y a mi hija se le quitó el cáncer ¿Cómo la ves? Tienes puritita envidia.
Dime, tú que le has rezado tanto a tu sagrado corazón ¿Qué te ha dado? Pura
miseria.
—Amiga, me duele mucho verte así, ya no eres
la misma de antes…
—Tienes razón, ahora soy una mujer de mundo y
ya te dejo, tengo que poner estas manzanas en mi altar.
A la mitad de la película la Santa dejó de
reír.
—Tienes razón Marisela, he sido una tonta
¿Cómo pude ser tan ciega?
—No te preocupes corazón, hagas los que hagas
Jesus Christ siempre estará de tu
lado.
Al final la Gaviota termina propagando la
palabra de Cristo y organizando colectas para los niños marginados de Chiapas
que no alcanzaron a comer con el programa Sin Hambre. Lo que puso verde cada
uno de los huesos de la flaca, no fueron los tres churros que se fumó, sino
descubrir en los créditos que la película era producto del director cristiano
Jonathan Ramírez Vaca.
La niña blanca agarró su harapo negro, se
puso perfumito y salió hecha un energúmeno de su mansión; sobre su cráneo
aparecieron nubes negras y relámpagos. Pidió un taxi y ordenó al conductor la
llevara a los estudios Martell. Los guardias no dijeron ni pio y al abrirle las
puertas encontró un montón de directores gordos y prostitutas de lujo fumando
por los pasillos. Ella preguntó por el tal Vaca, pero nadie lo conocía. En una de
los sets encontró pavoneándose a la famosa Gaviota en topless, se encontraba en pleno rodaje de la película Medea acapulqueña. La Santa entró
a tientas, le tapó la boca al pajarraco aquel y se la llevó a rastras.
Al día siguiente salieron encabezados en los periódicos; en El Gráfico, en El Metro, en la puta
prensa: “La Gaviota voló” “El DIF se queda sin alas” “Descubren a Adela
Michelin en pleno guagüis presidencial”
El último encabezado no tiene nada que ver con esta historia pero la noticia
también salió en primera plana.
La Gaviota se encontraba desnuda, encadenada en la mansión de la flaquita y agitando su
suave cabellera (promocionada por Sedal) exclamó:
—¿Qué quieres de mí?... ¡Libérame! ¡Desátame!
— Quiero que quemen cada una de las copias de
la película La Santa Muerte y que te metas el dedo en el culo.
—Bueno, lo del dedo en el culo se arregla,
pero lo otro lo veo muy difícil mana, los distribuidores se ponen perros,
además tenemos el apoyo de los magnates cristianos ¿Qué van a decir de
nosotros? No te das cuenta que a mi amor presidencial le está yendo de pelos.
La Santa Muerte abrió un sarcófago del que
sacó una tremenda hoz.
—¡Oh Dios mío! ¿Qué es eso?... ¿Un nuevo
juguete sexual?
—Si chiquita, digamos que sí, tú sólo cierra
los ojos y déjate llevar.
Mientras tanto la noticia llegó a los Pinos.
—Señor Pena, nos acaban de informar que la
Gaviota ha sido secuestrada.
—¿Quién?
—Su esposa.
—¿No había valido madres en la última peda?
—Esa es otra, a la Gaviota la conoció en
Miami en una de las fiestas de Azcárraga.
—Ah, ya me acordé, es la que acabó en topless
y bañada en champagne. Es muy linda…Mira, hagamos algo, tráiganme a la
Gavilonga de retache que está noche me la ceno.
—El problema es que el secuestrador no es
cualquier mortal, se trata de la Santa Muerte y tiene de su lado a la mafia más
cabrona del D.F. y en los chismes de la Chapoy dicen que es el chile de Malverde.
—Pues sí tiene a la mafia del D.F. me vale
madres porque ese sería pedo de Mancera y que se las arregle con sus
garras…Oye, Betito ¿Dónde dejé el gel? Es que ya me voy de party, me quedé de ver en
casa de la Robles para esnifarnos unas buenas colombianas.
—No señor, esto es grave, mire, prenda la
televisión:
Adela Michelin apareció luciendo como un
auténtico arbolito de navidad con tanta joya encima, algo extraño se notaba en
su mirada, por momentos rechinaba los dientes, parecía que su voz venía del
inframundo, los ojos por momentos se le ponían en blanco; estaba poseída por la
Santa:
—Mexicanos, les habla el mero
chile tepiteño, tengo en mi poder a la Gaviota y estoy a punto de reventarla
como palomita para mandársela a mi compadre Lucifer. Quiero que desaparezcan de
la faz de la tierra la película La
Santa Muerte y que empalen a su puto director en la explanada de la catedral.
Mi fama empieza a despuntar a nivel internacional y no permitiré que ningún
pendejete, ni siquiera el subnormal argentino del Papa se burle de mí haciendo
propaganda barata o una mamarrachada con mi reputación.
Una vez emitido el mensaje la cabeza de Adela
cayó fulminada sobre el escritorio.
La Santa Muerte reía a carcajadas, agarró su
hoz y con ella rozó el cuello de la Gaviota.
—¡Detente! Mi bello rostro no, ni en mis
siliconas por favor…más abajito, yo sé que tú sabes…Un poquito más abajo…¡Que
más abajo perra huesuda! Justo ahí, oh sí,
me encantas, sigue ¡Sigue! No pares, llévame a tu inframundo.
Mientras a la Gaviota le tocaban el punto G,
por las calles del Distrito Federal
circulaban tanques de guerra, la
gente corría despavorida a sus casas, los policías tragaban con enjundia todos
los tacos de suadero que podían, porque quizás esa sería su última degustación,
su último aliento encebollado. Malverde al enterarse de todo el desmadre se
dejó caer a la capital en un santiamén, no permitiría que algo le pasara a su
Flaquita, porque ya le iba dar el anillo, ese anillo que ya se lo había entregado a
un chacal en una de las cloacas más turbias de la frontera, pero estaba
dispuesto a operarse para que todo estuviera en su lugar, para que todo
estuviera muy virginal y fresco.
Mientras tanto en la mansión más grande de
Tepito se escuchaba:
—¡Oh mami! Que bárbara Santa, ahora entiendo
porque medio D.F. reza por tus huesos, eres mejor que el Goicochea, que el Pena
y el Azcarraga haciéndome una penetración romana. Lo tuyo y lo mío fue amor a
primera vista ¿No crees dulzura?...
—You
are a bad, bad girl…La verdad tienes un trasero suculento que me pone a mil
¿No te gustaría escapar conmigo al inframundo?
—¿Y ahí podemos volver a hacer el amor como
dos perras en celo? Estoy contigo en la vida y la muerte. Aunque tú ya te me
adelantaste un poquito.
—Mi chocorrol de relleno cremoso, me encantas
por pendeja.
El Distrito Federal se convirtió en un
desfiladero de luces, de tanques, patrullas. Nadie daba con el domicilio de la
Santa, todos se confundían con los altarcillos que se encuentran regados por
los lugares más jodidos y podridos del D.F. pero lo que nadie sabía, es que la
casa de la Santa, era la mansión más chingona de todo Tepito, más chingona que
la mansión de la Elba Ester Gorduelo en Polanco. Después de más de 10 horas de búsqueda, las fuerzas armadas de México y la mafia de Malverde, al mismo tiempo dieron con
el domicilio. Al entrar Malverde se puso más verde, Pena se arregló el copete;
encontraron el recinto echó un desastre, la televisión prendida con la jeta de
Adela Michelin, en el piso de mármol envases de caguama y mota esparcida y una
carta escrita por la primera dama de México:
—¿Que
no vieron la peli de Brad Pitt Meet Joe
Black? Yo también tengo derecho a enamorarme de la muerte, además ¿esta
puta vida no se trata de irse con el más chingón? Lo siento Pena Miento, jódete
Malverde, quédense con todo México, con el mundo entero, porque mi chiquita se
las mata, a ella nadie le gana putos.
Arte visual: ernestomuniz.com.mx